diciembre 25, 2025
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Columna | POR DIEGO ALBERTO HERNÁNDEZ

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En Navolato, el poder nunca ha sido estático. Cambia, se mueve, se adapta… pero pocas veces había provocado tanto ruido como ahora. Hoy, en los pasillos del Ayuntamiento, entre oficinistas, regidores, proveedores y hasta ciudadanos que acuden a hacer trámites, circula una frase que incomoda y, al mismo tiempo, explica mucho: “Navolato no tiene un presidente… tiene presidentitas”.

La narrativa, extendida como humo por rincones y oficinas, apunta a un fenómeno que para muchos ya es evidente: el presidente municipal Jorge Rosario Bojórquez Berrelleza gobierna, sí, pero no solo. A su alrededor se ha formado una estructura de poder paralela, un triángulo de funcionarias que, según múltiples voces internas, opera con una influencia que supera lo formalmente establecido.

El episodio más comentado —y que detonó el murmullo general— fue la salida del extesorero municipal. Entre trabajadores se repite una versión insistente: que la actual tesorera, María del Rosario Rodríguez Jáuregui, habría maniobrado su desplazamiento con una estrategia basada en intrigas y descalificaciones, acompañada en todo momento por su aliada inseparable, Margarita López Inzunza, jefa de Compras.

Ambas, aseguran empleados consultados, han tejido un nivel de control pocas veces visto en la administración local. Y lo más relevante: ese control, según quienes conviven a diario en el Ayuntamiento, ya no necesita pasar por las manos del alcalde. Compras, pagos, autorizaciones y movimientos internos que antes debían llevar la rúbrica final de Bojórquez Berrelleza ahora —dicen— se procesan directamente desde sus oficinas. Incluso les atribuyen la capacidad de incidir en los famosos “ajustes” internos: quién se queda, quién se va, quién es castigado o congelado.

Pero el poder no se reparte en dueto. Hay una tercera pieza en esta ecuación: Samanta Ríos Jacobo, secretaria de Presidencia. Su influencia, comentan empleados y visitantes frecuentes, ha ido creciendo hasta convertirse en un filtro imprescindible. Ella decide quién entra a ver al presidente, cuánto espera y, en ocasiones, si entra o no. Su estilo es descrito como severo, duro, sin contemplaciones. Empresarios, regidores, funcionarios o ciudadanos reciben —según quienes han pasado por ahí— el mismo trato frontal, que para algunos raya en la humillación.

Así, el triángulo se cierra y da forma a lo que muchos ya llaman, no sin ironía, “el gabinete real” de Navolato. No fueron electas, no ocupan la primera silla, pero están —afirman las voces internas— presentes en cada decisión importante del municipio.

¿Es esto cierto? ¿Es exageración? ¿Es simple política interna disfrazada de rumor? Usted, lector, tendrá la última palabra.

Lo que sí es innegable es que en Navolato se siente un movimiento de poder que no corresponde al organigrama oficial. Se habla de decisiones que salen de oficinas que no deberían decidir tanto. Y se habla, también, de un presidente cuya autoridad parece compartida, delegada… o disputada.

Hay datos, señalamientos y versiones que, por responsabilidad, merecen análisis más profundo. Especialmente sobre el manejo administrativo en Tesorería y Compras. Eso quedará para la siguiente entrega.

Por ahora, lo que queda claro es algo que en política suele olvidarse: el poder no siempre está donde se firma… sino donde mejor saben ejercerlo.